UM ANJO BRILHANDO NA CHUVA
©CARLOS HIGGIE
Choveu muito. Toneladas e toneladas de gotas d’água e vento caíram sobre a cidade, entupindo os valos e inundando as ruas. Era verão e o calor não diminuiu com a chuva.
Alberto, saturado de ver crianças correndo, construindo diques, brincando com bolas de barro, gritando, rindo e chorando, deitou e sonhou que estava na mesma cidade e que tinha chovido muito, tanto que as ruas estavam alagadas e os meninos corriam de um lado para o outro, brincando nas águas turvas, que desciam das encostas. Sonhou que a chuva havia parado repentinamente e que ele caminhava pelas calçadas cheias de poças d’água, retornando para sua casa. O sol brilhava novamente e criava certo ar de irrealidade, beliscando um pouco a alma e despertando sentimentos empoeirados.
Quando abriu a porta, uma cascata de luz quase o derrubou. Não se assustou porque sabia que era um sonho e, dentro desse território nebuloso e confuso, tudo é possível. Então viu alguém: encostado na janela, tentando sair ou descansando, esgotado e sujo, porém brilhando com luz própria. Era um anjo de verdade. Um anjo mudo. Alberto soube que era mudo porque perguntou o que ele fazia ali e o anjo tentou falar e somente emitiu um chiado agudo, mas muito afinado.
Despertou no momento em que tentava descobrir que espécie de anjo era e o que procurava. Uma claridade que desconcertava invadia o dormitório. Perto da janela, apoiado ou querendo sair, viu uma figura brilhante e suja. Podia jurar que era um anjo.
UN ÁNGEL BRILLANDO EN LA LLUVIA
©CARLOS HIGGIE
Llovió mucho. Toneladas de gotas de agua y viento cayeron sobre la ciudad, anegaron las calles y desbordaron la zanja. Era verano y el calor no amainó con la lluvia.
Alberto, harto de ver a los niños corriendo, haciendo tajamares, jugando con las bolas de barro, gritando, riendo y llorando, se acostó y soñó que estaba en la misma ciudad y que había llovido mucho, tanto que las calles se habían inundado y los niños corrían de un lado a otro retozando en las aguas turbias que bajaban de los cerros. Soñó que de pronto paraba la lluvia y él caminaba por las veredas repletas de charcos de regreso a su casa. El sol brillaba de nuevo y creaba un cierto aire de irrealidad, pellizcando un poco el alma y despertando sentimientos polvorientos.
Cuando abrió la puerta, una catarata de luz casi lo derribó. No se asustó porque sabía que era un sueño —dentro de ese territorio nebuloso y confuso, todo es posible—. Entonces lo vio: recostado en la ventana, queriendo salir o descansar, agotado y sucio, pero brillando con luz propia. Era un ángel de verdad. Un ángel mudo. Alberto supo que era mudo porque cuando le preguntó qué hacía allí, él trató de hablar y solo emitió un chillido agudo, aunque muy afinado.
Despertó justo cuando intentaba descubrir qué tipo de ángel era y qué buscaba. Una claridad desconcertante invadía el cuarto. Cerca de la ventana, apoyado o queriendo salir, vio una figura brillante y sucia. Casi podía jurar que era un ángel.
Fonte: Nordeste Consciente